jueves, 25 de junio de 2015

EL CRIMEN CASI PERFECTO II ROBERTO ARLT

El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las siete de la mañana, hora en que
ésta, no pudiendo abrir la puerta porque las hojas estaban aseguradas por dentro con cadenas 
de acero, llamó en su auxilio al encargado de la casa. A las once de la mañana, como creo 
haber dicho anteriormente, estaban en nuestro poder los informes del laboratorio de análisis, 
a las tres de la tarde abandonaba yo la habitación en la que quedaba detenida la sirvienta, 
con una idea brincando en el magín: ¿y si alguien había entrado en el departamento de 
la viuda rompiendo un vidrio de la ventana y colocando otro después que volcó el veneno
en el vaso? Era una fantasía de novela policial,. pero convenía verificar la hipótesis 

ROBERTO ARLT

 
Salí decepcionado del departamento. Mi conjetura era absolutamente disparatada : 
la masilla solidificada no revelaba mudanza alguna.
Eché a caminar sin prisa. El “suicidio” de la Sra. Stevens me preocupaba 
(diré una enormidad) no policialmente, sino deportivamente. Yo estaba en presencia 
de un asesino sagacísimo, posiblemente uno de los tres hermanos que había utilizado 
un recurso simple y complicado, pero imposible de presumir en la nitidez de aquel 
vacío. Absorbido en mis cavilaciones, entré en un café, y tan identificado estaba en mis 
conjeturas, que yo. que nunca bebo bebidas alcohólicas, automáticamente pedí un whisky. 

¿Cuánto tiempo permaneció el whisky servido frente a mis ojos? 


No lo sé; pero de pronto mis ojos vieron el vaso de whisky, la garrafa de agua y un plato 
con trozos de hielo. Atónito quedé mirando el conjunto aquel. De pronto una idea 
alumbró mi curiosidad, llamé al camarero, le pagué la bebida que no había tomado,
subí apresuradamente a un automóvil y me dirigí a la casa de la sirvienta. 


Una hipótesis daba grandes saltos en mi cerebro. Entré en la habitación donde estaba 
detenida, me senté frente a ella y le dije:
- Míreme bien y fíjese en lo que me va a contestar: la Sra Stevens, 
¿tomaba el whisky con hielo o sin hielo?
-Con hielo, señor.
-¿Dónde compraba el hielo?
- No lo compraba, señor. En casa había una heladera pequeña que lo fabricaba en pancitos. 
Y la criada casi iluminada prosiguió, a pesar de su estupidez.-
.-Ahora que me acuerdo, la heladera, hasta ayer, que vino el señor Pablo, estaba 
descompuesta. Él se encargó de arreglarla en un momento.Una hora después nos 
encontrábamos en el departamento de la suicida el químico de nuestra oficina de análisis, 
el técnico retiró el agua que se encontraba en el depósito congelador de la heladera
 y varios pancitos de hielo. 

El químico inició la operación destinada a revelar la presencia del tóxico, y a los pocos 
minutos pudo manifestarnos:

- El agua está envenenada y los panes de este hielo están fabricados con agua envenenada.
Nos miramos jubilosamente. El misterio estaba desentrañado.


Ahora era un juego reconstruir el crimen. El doctor Pablo, al reparar el fusible de la heladera 
(defecto que localizó el técnico) arrojó en el depósito congelador una cantidad de cianuro 
disuelto. Después, ignorante de lo que aguardaba, la Sra Stevens preparó un whisky; del 
depósito retiró un pancito de hielo (lo cual explicaba que el vaso con hielo disuelto se 
encontrara sobre la mesa), el cual, al desleírse en el alcohol, lo envenenó poderosamente
debido a su alta concentración. 
Sin imaginarse que la muerte la aguardaba en su vicio, la Sra Stevens se puso a leer el 
periódico, hasta que juzgando el whisky suficientemente enfriado, bebió un sorbo.

Los efectos no se hicieron esperar.






No quedaba sino ir en busca del veterinario. Inútilmente aguardamos en su casa. Ignoraban 
dónde se encontraba. Del laboratorio donde trabajaba nos informaron que llegaría a las diez 
de la noche. A las once, yo, mi superior y el juez nos presentamos en el laboratorio de la 
Erpa. El Dr Pablo, en cuanto nos vio comparecer en grupo, levantó el brazo como si 
quisiera anatemizar nuestras investigaciones, abrió la boca y se desplomó inerte junto 
a la mesa de mármol. 

Había muerto de un síncope. 
En su armario se encontraba un frasco de veneno. 
Fue el asesino más ingenioso que conocí.


ROBERTO ARLT (1900 -

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