viernes, 15 de mayo de 2015

EL CAUTIVO

"En Junín o en Tapalqué refieren la historia. Un chico desapareció 
después de un malón; se dijo que lo habían robado los indios. 


Sus padres lo buscaron inútilmente; al cabo de los años, un soldado
 que venía de tierra adentro les habló de un indio de ojos celestes
 que bien podía ser su hijo. Dieron al fin con él (la crónica ha perdido
 las circunstancias y no quiero inventar lo que no sé) 
y creyeron reconocerlo. El hombre, trabajado por el desierto y por 
la vida bárbara, ya no sabía oír las palabras de la lengua natal,
 pero se dejó conducir, indiferente y dócil, hasta la casa.


Ahí se detuvo, tal vez porque los otros se detuvieron. Miró la puerta, 
como sin entenderla. De pronto bajó la cabeza, gritó, atravesó
 corriendo el zaguán y los dos largos patios y se metió en la cocina. 
Sin vacilar, hundió el brazo en la ennegrecida campana y sacó el 
cuchillito de mango de asta que había escondido ahí, cuando chico.



 Los ojos le brillaron de alegría y los padres lloraron porque
 habían encontrado al hijo.
Acaso a este recuerdo siguieron otros, pero el indio no podía
 vivir entre paredes y un día fue a buscar su desierto. Yo quería
 saber qué sintió en aquel instante de vértigo en que el
 pasado y el presente se confundieron; yo quería saber si 
el hijo perdido renació y murió en aquel éxtasis o si alcanzó 
a reconocer, siquiera como una criatura o un perro,
 los padres y la casa".


JORGE LUIS BORGES

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