Esas fueron las palabras de Artemisa para Acteón y el resto
es historia repetida, pero desde ese día el hombre fue un ícono
del fanfarrón jactancioso que probó de su propia medicina
sin vivir para contarlo
Es que Acteón era un cazador experto e implacable con sus presas
pero no por talento propio sino por el instinto de sus perros.
Cada mañana salía a cazar con su jauría ávida, rápida y
hambrienta, se jactaba de su habilidad y cuando un ciervo
era sorprendido, Acteón simplemente reía.
El tomó más de lo necesario porque le era placentero,
jamás tuvo un remordimiento.
jamás tuvo un remordimiento.
Pero un día en sus largas caminatas escuchó voces y
risas de mujeres en el río. La escena debería ser íntima,
pero él no se hizo grandes cuestionamientos, no era su
naturaleza pensar en las consecuencias y sintió curiosidad.
Movido por ella se acercó y sin querer pisó una rama,
sus perros se adelantaron desordenadamente
importunando a la Diosa Artemisa que había elegido
consagrar su vida a la caza y a la castidad.
Ante la mirada del cuerpo desnudo de la Diosa sonrió,
saboreó la gloria anticipada de contarlo entre sus amigos,
imaginó la escena, pero ya era tarde, Artemisa lo escuchó.
Tan impertinente, grosero y vulgar irrumpió en el grupo
de ninfas que estaban junto a la Diosa y fue demasiado lejos.
Furiosa por la interrupción Artemisa lo miró a los ojos:
AHORA VE Y DI QUE ME HAS VISTO DESNUDA
se limitó a decir la Diosa y Acteón aprendió en
carne propia la lección del cazador cazado.
Esta vez no saboreó la gloria, sino su sangre y los dientes
de su jauría. Así las cosas, el hombre nos enseñó sin darse
cuenta una valiosa lección:
A veces es necesario un sano silencio
un respeto distante y retirarse de una escena.
No sabemos quienes se bañan en el río,
pero por las dudas aprendamos a respetar
la desnudez y sobre todo los momentos de placer ocioso.
Después de todo tenemos dos oídos para escuchar y dos
ojos para ver, pero sólo UNA BOCA para hablar
y sólo lo necesario..........
No hay comentarios:
Publicar un comentario