Escuchamos muchas veces decir San Roque, San Roque que este perro
no me toque y este viejo dicho daría la impresión de que el Santo
ahuyentaría a los perros, pero vaya a saber porque del vínculo entre
San Roque y los perros se conoce tan poco.
Parece ser que este hombre nació entre los años 1295 y 1300
al sur de Francia, hijo de padres acaudalados (su padre había
sido gobernador de Montpellier) queda huérfano siendo muy
joven. Siente su llamado a la vocación de servicio por lo
cual decide vender sus posesiones y se decide a peregrinar.
En ese tránsito estalla la epidemia de peste en Europa
y él decide comprometerse con los enfermos a los
que nadie quería acercarse por temor al contagio.
Piadosamente los cura, los asiste o los entierra
hasta que él mismo contrae la terrible enfermedad.
Se retira a una cueva y queda como se dice
"a la buena de Dios". Ahí se produce el milagro,
un perrito diariamente le trae una hogaza de pan
y lame sus heridas, algo que llamó la atención del
dueño, un hombre acaudalado que luego lo aloja
en su casa hasta su recuperación total.
Cuando intenta volver a su ciudad natal Montpellier
es falsamente acusado y encarcelado durante 3
o 5 años, pero él continúa su labor piadosa hasta
su muerte un 16 de agosto de 1376 o 1379.
Ese día se conmemora su santoral y San Roque
dejó en su paso por el mundo su historia de
piedad, buena voluntad y entrega.
Se lo considera el Santo de las mascotas,
los afectados por enfermedades epidémicas,
los inválidos y los falsamente acusados.
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