La construcción y manipulación de los muñecos vudú se origina en la
cultura africana y sus objetivos son tanto para sanar y profundizar en
la búsqueda de ritos ancestrales como para destruir a los enemigos.
Personalmente siempre creí que la magia más poderosa surge
de dolores y odios arraigados producto del sometimiento y
nadie mejor que los esclavos africanos despojados de todo
derecho humano han sido los que más recurrieron a
este tipo de prácticas.
Inútilmente prohibidas se extienden hasta hoy.
Me abstengo de emitir juicios de valor, porque considero que en
condiciones infrahumanas tanto las creencias como la energía
psíquica serían el último reducto de libertad y de esperanza
para sortear a tan cruel destino.
Imposible remontarse al origen de los primeros muñecos vudúes
ni conocer el alcance de este tipo de magia por semejanza
que consiste en infligir al muñeco cortes, daños, quemaduras
y todo tipo de intencionalidad vengadora.
Construídos con tripas, barro, objetos rituales y personales
del destinatario en cuestión se cree que perforando en
distintos lugares la víctima elegida padecerá de dolor
lesiones, enfermedades, locura y hasta la muerte.
Muchos han sido consagrados en cementerios o dejados
allí con tal fin. Mediante invocaciones el muñeco vudú
surtirá o no efecto sobre la víctima a través
de entidades vengadoras.
Por supuesto que si la víctima sabe de esta práctica
sufrirá al menos de un shock visual importante
independientemente de sus creencias.
Circulan por internet toda suerte de instrucciones para
construirlo, detallando colores de alfileres o zonas a
perforar. No lo aconsejo.
Sé que cuando una práctica así se pone
en marcha se libera un cuántum de energía psíquica
importante y querramos o no así como un día
es lanzada, en alguna oportunidad buscará
la forma de volver, cuando menos lo esperemos.
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