Es una heroína anónima e involuntaria, no se tiene registro de su cara ni siquiera
pude saber su nombre completo, pero me resisto a llamarla "La Vieja Anna"
Lo cierto es que la Señora Anna estaba ahí, siempre dispuesta a tender sus
generosos brazos y dar lo único que tenía para dar: AMOR, CONSUELO.
Eran tiempos difíciles y los hospitales hasta ese tiempo considerados
como instituciones reservadas para adultos pobres y enfermos tuvo que
ceder paso a bebés huérfanos, abandonados, que fueron poblando salas
Con ellos comienzan a esbozarse los primeros conocimientos en Pediatría
Pese a recibir todos los cuidados básicos, ser alimentados e higienizados
regularmente, la mayoría de ellos no sobrevivía el 1° año de vida.
Desde mediados del siglo XIX miles de bebés murieron en todos los
hospicios y orfanatos de una "enfermedad" a la que llamaron
MARASMO, que no era otra cosa que la FALTA de AMOR
Un médico, el Dr. Fritz Talbot comenzó a visitar hospicios, hospitales
y orfanatos tratando de encontrar la razón de la altísima tasa de
mortandad. Durante el año 1915 en el Hospital de Nueva York el Dr.
Henry Chaplin había reportado que el 100 % de los niños menores
a los 2 años habían muerto, sin razón aparente.
El Dr. Talbot observó que las salas estaban limpias, ordenadas,
pero todas ellas reportaban entre un 90 a un 100 % de mortandad
excepto en el Hospicio de Dusseldorf.
En ese Hospicio había una tasa de supervivencia mayor,
intrigado por ese "Milagro" observa a una mujer grande y algo
gordita, cargando a un bebé bastante enfermo. Ella permanecía
en un rincón, arrullándolo, dándole el vital alimento de la voz, la
mirada y las caricias. Cuando el Dr. Talbot pregunta
¿ Quién es esa mujer ?
Los médicos responden - Ah, es la Vieja Anna, cuando ya
no queda nada por hacer, ella toma al bebé y sobrevive.
El amor del abrazo, el calor del contacto, la voz y la mirada
activan en el bebé una catarata de procesos bioquímicos que
activan el funcionamiento de la glándula Hipófisis, llamada
glándula del Crecimiento. Sin este estímulo practicamente
ningún bebé sobrevive. Anna tal vez una mujer solitaria pasaba
sus tardes en el hospital y le infundía el soplo de vida a esos bebés
moribundos. Ella hizo el Milagro, que cambió para siempre las
políticas de internación. De hecho en el Hospital Bellevue cada
bebé debía ser abrazado, tocado o acariciado varias veces al día
GRACIAS A ANNA.
LA TASA DE MORTANDAD BAJO DE 90 A - DE 10 %
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