martes, 21 de noviembre de 2017

Más allá del Maipo

La convivencia entre vivos y desencarnados es un hecho que
se sostiene en la teoría de muchos místicos y religiosos y
es también (de ahi lo fascinante) una experiencia que se
presenta súbitamente a gente que es agnóstica o que
de muchas maneras racionales refuta esta posibilidad.

Uno de los objetos que concentra más energía humana
es sin duda el billete, un simple billete. El circula por
las manos de ricos, pobres, niños, ancianos y sus
energías de alguna manera impregnan el papel.


De acá la indicación de lavarse las manos despues
de tocarlos, no se trata de gérmenes sino de
energías que se perciben inconscientemente.

Un simple billete puede ser llevar en si energías
de amor, de generosidad, de avaricia, de miedo,
de ira o de alegrías y esa información se lee.
Independientemente de que tengamos o no
dermovisión.
http://maferba.blogspot.com.ar/search?q=dermovision

Entonces ¿ que pasará con los lugares ?
los teatros por ejemplo.....


Los teatros se impregnan de alegrías, de miedos, de
ansiedad, de amor, de desamor, odio, magia, 
sensualidad, lujuria, tristeza y muchos etc.

En los teatros resuenan voces, risas, silbidos, gritos
y percepciones inexplicables para la razón.
El teatro puede ser un portal que conecte la energía
de los que hoy estamos vivos con la energía de
los que vivieron, trabajaron o sintieron un
enorme apego por el lugar.

Este es el caso de Luis Efraín Cácerez, maquinista
un hombre muy trabajador y solitario, era chileno 
y no tenía familia (o al menos eso creía él) 
 en Buenos Aires.

Muy dedicado a su trabajo pasaba casi todas sus
horas vigiles en el Maipo haciendo lo que mejor
sabía hacer, trabajar.

Era el hombre silencioso e imprescindible 
de los trabajos invisibles, de buen trato, el que lo 
conoció lo recuerda con cariño y gratitud, 
pero el no sabía entonces que su familia estaba ahí.


Se dice que tras hacerse un chequeo recibió la mala
noticia de un diagnóstico y afectado por la tristeza
o por el trágico desenlace de una enfermedad, se suicidó.
Dejó todo el trabajo terminado y se colgó.

Esto fue en la década de los ochenta durante una
función que dió Susana Gimenez, La mujer del año.
Por supuesto que nadie dió aviso hasta que terminó
la función y la policía se llevó el cuerpo.

La cosa es que según dicen algunos actores de la
talla de Norma Aleandro, Cácerez sigue ahí, apaga
las luces, cierra las puertas, mueve algunas cosas,
pero convive en paz con la familia que conoció.
El sigue trabajando como siempre.....

Lejos de temerle los técnicos, actores, directores
y quienes hayan sentido su presencia, saben que
cuando Cácerez aparece anuncia siempre que 
la función va a ser exitosa.

¡ Nunca falla !

En señal de respeto hacia él se deja una luz
encendida, siempre y por supuesto un buen recuerdo. 


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