La IRA es una de las emociones básicas y como tal útil para defenderse
de un posible ataque, por lo tanto todos los sistemas se activan el ritmo
cardíaco se acelera, un cóctel de adrenalina y noradrenalina se dispara
activando el estado de alerta y tensión que mantendrá a todos los músculos
en una tensa expectativa. A nivel psicológico la furia y la inminente lucha
desencadena en una pelea o en otros casos en una huída del agresor.
La IRA es parte del bagaje que hace posible la SUPERVIVENCIA
y en situaciones de amenaza su intensidad se aplaca en la acción.
El problema es que muchas veces este estado se desencadena frente
a cualquier frustración y no se desactiva, lo cual afecta considerablemente
la salud del iracundo y a todos los miembros de la familia.
Por supuesto que hay intensidades, que van desde un simple enojo ocasional
que no es ira, sino enojo. Pero con la IRA viene el insulto y los gritos, rotura
de
objetos o maltrato hacia los otros miembros de la familia, generalmente
a la
mujer
y a los hijos. Así se desencadena un escenario de violencia verbal
o física en la
que el
pez grande devora al chico que al crecer es probable que
repita la conducta aprendida. Estos estados sostenidos en el tiempo son
profundamente tóxicos,
destruyen la
autoestima, generan gran ansiedad
y miedo o son el germen de
una agresividad
que crecerá con los años
pasivamente
o en forma activa.
También
elevan peligrosamente la presión
arterial, pudiendo provocar infartos, A.C.V.
accidentes cerebro vasculares,
patologías cardíacas o incluso enfermedades mas
graves, tanto para
el iracundo como para los que reciben el impacto.
EN ESTOS CASOS ES IMPRESCINDIBLE UNA
ACCION TERAPEUTICA QUE INCLUYA A LA FAMILIA
Dejando todo prejuicio o temor de lado se priorizará el GRAN SUFRIMIENTO
que esto le ocasiona a los hijos que no han elegido al padre iracundo.
En casos mas leves se tendrá en cuenta que la persona que padece Ira
es en líneas generales una persona que alberga una gran frustración.
Tal vez provenga de una familia con historial de maltrato y así aprendió a
expresar su emoción, que en general es negativa, pero deberá comprender
que su conducta es dañina y que la ira jamás se aplaca solo aumenta.
Si la ira está dentro de los límites de los gritos
se pueden tomar algunas
medidas de control.
1- Llevar un registro diario y contar cuántas veces siente ira
2- Hacer de una escala del 1 al 10 para evaluar su intensidad
3- Buscar la causa, el lugar y si es posible un momento del día
Si por ejemplo mi Ira estalla frente a un embotellamiento porque llegaré
tarde al trabajo, trataré de salir más temprano. Si me irrita que el perro
del vecino perturbe mi descanso, hablaré calmo pero firme con el vecino.
4- Reflexionar sobre el daño que sufren los chicos de la casa, máxime
si esta historia ya la padecí con alguno o ambos padres.
5- Hacer un espacio en la semana para comenzar una actividad que
me relaje, o empezar algo que fuí postergando.
6- Revisar dieta, consumo de alcohol, café, ejercicio y estado de salud.
Si con estas medidas no se registran cambios, consultar con un
profesional de la salud.
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