Cuenta la leyenda que todos los días Yarí la diosa de la Luna miraba
con curiosidad qué pasaba allá abajo, porque la Tierra para ella era
un universo desconocido y fascinante. Desde el cielo miraba los
un universo desconocido y fascinante. Desde el cielo miraba los
hermosos bosques con los que Tupá había cubierto la llanura.
Y se preguntaba cómo sería correr por esos senderos verdes y
brillantes. Veía a las luciérnagas jugar y a las aguas brillar bajo
su luz y su deseo crecía cada noche, entonces lo decidió...y
quiso vivir al menos una noche en la tierra
quiso vivir al menos una noche en la tierra
Llamó a su amiga Araí, la nube rosa crepuscular y les pidió a las nubes
de la noche que cubran todo el cielo, así nadie notaría su ausencia.
Tomaron la forma humana y como dos jóvenes, pusieron por primera
vez sus pies sobre la tierra húmeda. Saltaron de alegría, se
echaron sobre la hierba y jugaron en el agua fresca que tantas
veces habían visto resplandecer. Corrieron entre los árboles y
ya rendidas, buscaron un lugar para descansar. Todo era nuevo
en este mundo tan verde, nuevo y desconocido como el rugido
de un animal que ellas no conocían, el yaguareté !!
El felino hábil cazador iba a lanzarse sobre ellas, cuando una certera
flecha lo mata. Era un viejo indio que al verlas asustadas les ofreció
también la hospitalidad de su casa en la que vivía con su mujer y su
única hija. Con la generosidad de los humildes les convidan una
tortita de maíz, el único alimento que tenían y les cuentan que
ellos decidieron vivir apartados para proteger a su hija de los
asedios de los hombres. Antes del amanecer Yarí y Araí pierden
sus formas humanas y ascienden al cielo, pero siguen pensando
en la bondad de este hombre y Yarí siente la necesidad de
recompensarlo. Entonces los sumen a los tres en un profundo
sueño y mientras Yarí fue sembrando delante de su choza
semillas celestes iluminando la siembra con su luz, Araí la
nube rosa, las riega con una suave llovizna.
A la mañana siguiente pequeños árboles, pródigos y mágicos con
su verdor divino y sus pequeñas flores rodearon la choza del buen
hombre y su familia. Cuando la familia despertó vieron a la
Diosa, a los árboles y cayeron de rodillas ante el milagro
Yarí les dijo
- Soy la Diosa que habita la Luna y este es el premio por su bondad,
esta planta es la YERBA MATE y desde ahora siempre será para
ustedes un símbolo de unión y amistad. Ella hará que entre los
hombres haya paz, salud y alegría. Y no teman por su hija, ella
vivirá por siempre y será la Diosa protectora Caá Yarí..
Le enseñó a cuidar los yerbales, a tostar la Yerba y a tomar
el MATE, desde entonces la Yerba Mate sigue dando frutos
Aliviando la sed y la fatiga, trayendo el consuelo para los corazones
rotos, sacando el cansancio de los huesos y uniendo a la gente
en una ronda, donde todos hablan con alegría de sus cosas.
El mate es el compañero de tantos argentinos, uruguayos,
paraguayos y cebarlo es todo un arte. El mate no hace distinción
de clases ni discrimina a nadie, un buen amargo en invierno no
se le niega a nadie. Y quien tome el primer sorbo, saldrá a
comprar su yerba, su calabacita y su termo para seguir la
ronda y llevarlo a todas partes. Eso si, a veces quita el sueño.
Y quien ande por esas tierras en donde la Luna jugó a ser
mortal, podrá ver algunas noches a la hermosa Caá Yarí,
caminando entre sus amados árboles.
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