El alimento es escencial para nuestra Vida y el primero que recibimos nos es dado por la Madre.
Ella comenzará una pauta de conducta que repetiremos una y otra vez a lo largo de nuestra adultez.
De cómo haya sido dado ese alimento se inscribirá en nosotros una fuerte impronta, que nos conectará con el placer o la insatisfacción, con el exceso, la justa medida o la carencia.
Este alimento real se traduce en nuestro psiquismo también como alimento emocional, de manera tal que Alimento y Mamá serán un vínculo inseparable.
¿ Qué pasa con los excesos o los defectos ? Todos nos remiten al mismo origen, por eso si aparece un desorden en nuestra vida adulta es importante rastrear los primeros indicios ahí.
No sólo comemos por satisfacer una necesidad biológica, también lo hacemos por stress, soledad, tristeza o incluso ira. Por simple que parezca tener la boca llena nos priva de expresarnos en palabras, entonces mucha veces escuchamos dichos como "comerse la rabia", "masticar la rabia", etc.
pueden variar de acuerdo a los cinco gustos que conocemos.
Los alimentos dulces se relacionan con estados de carencia afectiva y ansiedad, la bioquímica del cuerpo nos pide dulces para paliar esa emoción
de vacío, necesitamos glucosa, porque sentimos
que no tenemos el amor que necesitamos, entonces
el dulce trae un cierto alivio y consuelo, funcionando
como una gratificación inmediata.
Hay dulces que pueden ser particularmente adictivos como el chocolate por su alto contenido en feniletalamina, que mejora los niveles de endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad.
Los alimentos salados suelen estar relacionados con estados de tristeza, ya que permanecer tristes nos produce un déficit mineral sobre todo de zinc y magnesio. El cuerpo pide minerales para paliar
estos estados, lo cual estimula el funcionamiento del riñón y la vegija.
Los alimentos picantes son los estimulantes elegidos para elevar el tono vital y la energía física, despues de un estado de frustración prolongado. Actúan favorablemente sobre el sistema inmunológico y sobre los estados de baja vibración. La persona está desganada y necesita un
estímulo inmediato, algo que le quite la apatía.
Los alimentos ácidos y amargos tienen relación con los estados de enojo y rabia, estimulan el funcionamiento del hígado que es el órgano de la ira. Todas las emociones se ligan a un órgano así como el corazón se vincula al amor,
en este caso en el hígado y el bazo pueden quedar ancladas
estados de ira y enojo.
La relación con los alimentos siempre tendrá entonces un componente emocional que nos lleva a preferir uno u otro, es importante saber qué nos despierta cada uno, cuál es la necesidad real y en qué situaciones en
particular se repiten estos circuitos.
Lo ideal sería concientizar nuestra relación con los alimentos y saber
diferenciar el hambre fisiológica del hambre emocional, ya que esta última
nos llevará inevitablemente a un exceso o a un defecto que también
impactará si se repite en nuestra salud física.
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