Érase una vez un joven muchacho que quería ser el mejor arquero
del mundo.
Se dirigió un día al que se consideraba el mejor maestro arquero de su país, y le expresó su deseo:
-Maestro, quisiera ser el mejor arquero del mundo, ¿qué podría hacer? -preguntó el joven-.
-Si quieres ser el mejor arquero del mundo, debes alcanzar con una de tus flechas a la Luna. Hasta ahora nadie lo ha conseguido. Tú serías el primero si lo lograras, y al hacerlo, nadie cuestionaría que eres el mejor -respondió el maestro-.
De este modo, el muchacho decidió seguir el consejo que le había sido dado. Preparó su arco y sus flechas, y cada noche disparaba a la Luna que salía tras el horizonte del mar. Cada noche, perseverante, sin faltar ninguna vez a su cita, fuera la Luna llena, menguante, creciente, incluso cuando era nueva y apenas se adivinaba su leve luz.
Los vecinos y amigos se burlaban de él. “El loco de la Luna”, le llamaban. Pero él, ignorando los insultos, provocaciones y ofensas, seguía cada noche en su empeño.
El caso es que nadie sabe si en alguna ocasión alcanzó la Luna, pero su empeño y los millones de disparos de flechas que realizó en su intento por alcanzarla tuvieron un premio secundario: se convirtió, sin duda, en el mejor arquero del mundo. Era imbatible, de noche, y por supuesto, a plena luz del día.
Alejandro Jodorowsky
Pero yo que también sé de utopías y de búsqueda de metas
imposibles quisiera desde mi
humilde
anonimato, darle un giro más al cuento.
Porque hay un riesgo en este como en todo.
¿ Y si el arquero se perdiera en ese deseo,
y si la ansiedad y la frustración lo consumieran ?
¿ Si perdiera la conciencia de lo buen arquero que es ?
¿ Si olvidara por un momento que en esta imposibilidad
ha ganado tenacidad,
constancia, fuerza y valía ?
¿ Sería bueno para él volver derrotado cada amanecer persistiendo
en el mismo anhelo ?
¿ Una y otra vez, sabiendo que alcanzar la Luna es imposible ?
Y que tampoco la Luna sabe de su afán, porque ella no tiene como
destino ser
herida por una flecha, sino iluminarnos cada noche
y hacernos soñar con lo posible....
o lo imposible, hasta que encontremos un intermedio.
Entonces para mi, este sería el final del cuento.
Buscando lo imposible, el arquero descubrió sus dones, agradeció
la inspiración
a la Luna y fue en busca de nuevas aventuras,
aunque cada noche recordó sus vanos
intentos con una sonrisa
y fue feliz por este presente y por aquellos días pasados.
FIN
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