Esto es un dicho que refuta esa denostación de la palabra "Viejos".
Porque es cierto que decir que alguien está viejo es decir que
es demasiado tarde para algo, o que la persona se ha vuelto
inservible o que ya no entiende el ritmo actual de los tiempos.
Pero siempre hay excepciones y me gustaría que con el
proceso de envejecimiento surja la sabiduría del Ermita
Porque aunque las articulaciones estén gastadas y cueste
echar a andar el cuerpo, la mente no se ha detenido.
O tal vez si, pero ese detenerse puede ser enormemente
productivo cuando surge la necesidad de replantearse
toda la vida y comenzar a soltarse.
El ermitaño alumbra el paso que da con su farol, pero
no es por egoísta sino porque es la luz que puede sostener.
Va con su cayado o con su guadaña porque todos los
caminos en la vejez son escarpados, aunque sean llanos.
Se encorva porque la vida pesa como pasado y no hay
mucho futuro que proyectar, pero hay más.
El ropaje oculta y abriga pero también sugiere que
hay un tesoro escondido en su sabiduría y en su forma
de experimentar la vida.
Ya no hay tiempo que perder, y él lo sabe.
En el mejor de los casos, si hay un viejo en tu familia
aprende a escucharlo. No importa si repite las historias,
tal vez necesite darle otro sentido.
Si es alguien cercano, será muy valioso para ti saber
cuánto sabe de tu historia en los detalles.
Y cuánto necesita esa persona de tu cariño o de tu
indulgencia. Sé paciente, la vejez es un caminos que
en el mejor de los casos transitaremos también.
Por eso viejos, viejos son los trapos.
Cuando asistes a la transformación que te da esa
sabiduría de tantas décadas es simplemente un milagro.
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