martes, 11 de octubre de 2016

VIEJOS, son los trapos

Esto es un dicho que refuta esa denostación de la palabra "Viejos".
 Porque es cierto que decir que alguien está viejo es decir que 
es demasiado tarde para algo, o que la persona se ha vuelto
inservible o que ya no entiende el ritmo actual de los tiempos.

Pero siempre hay excepciones y me gustaría que con el
proceso de envejecimiento surja la sabiduría del Ermita

Porque aunque las articulaciones estén gastadas y cueste
echar a andar el cuerpo, la mente no se ha detenido.
O tal vez si, pero ese detenerse puede ser enormemente
productivo cuando surge la necesidad de replantearse
toda la vida y comenzar a soltarse.

El ermitaño alumbra el paso que da con su farol, pero
no es por egoísta sino porque es la luz que puede sostener.
Va con su cayado o con su guadaña porque todos los
caminos en la vejez son escarpados, aunque sean llanos.
Se encorva porque la vida pesa como pasado y no hay
mucho futuro que proyectar, pero hay más.

El ropaje oculta y abriga pero también sugiere que
hay un tesoro escondido en su sabiduría y en su forma
de experimentar la vida.

Ya no hay tiempo que perder, y él lo sabe.
En el mejor de los casos, si hay un viejo en tu familia
aprende a escucharlo. No importa si repite las historias,
tal vez necesite darle otro sentido.

Si es alguien cercano, será muy valioso para ti saber
cuánto sabe de tu historia en los detalles.
Y cuánto necesita esa persona de tu cariño o de tu
indulgencia. Sé paciente, la vejez es un caminos que
en el mejor de los casos transitaremos también.


Por eso viejos, viejos son los trapos. 
Cuando asistes a la transformación que te da esa
sabiduría de tantas décadas es simplemente un milagro.

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