Así se llama a un conjunto de signos y síntomas que padece
la persona que ha experimentado un intenso trauma emocional
como la muerte de seres queridos, allegados o no, tras una guerra
catástrofe, accidente o situación personal.
La persona queda en un estado emocional que nada tiene
que ver con el duelo. Puede estar enojada, eufórica o
indiferente, pero no triste.
Con el paso de los días se va instalando un estado de
ansiedad que puede incluir insomnio con escenas
recurrentes del accidente.
Hay una gran dificultad para lidiar con el duelo y la
pérdida, entonces la persona puede empezar a preguntarse
porqué han muerto otros u otro y no el mismo.
La persona comienza a dejar de hablar sobre su drama,
prefiere negarlo, se siente culpable por estar viva.
Las imágenes del trauma invaden su vigilia y su sueño,
le cuesta descansar, siente una ansiedad anticipatoria
que no puede explicar.
Se aisla socialmente, se vuelve una persona solitaria
le cuesta lidiar con las emociones de ira y de tristeza.
Se va deteriorando su forma de vincularse con los demás,
junto a los desórdenes emocionales aparecen otros como
dolores en distintas partes del cuerpo, fatiga, insomnio,
irritabilidad, embotamiento, cefaleas y problemas digestivos.
El Síndrome del Superviviente no sólo se produce tras
una catástrofe, también sucede tras una o varias
muertes de allegados, conocidos o seres queridos.
Se aisla socialmente, se vuelve una persona solitaria
le cuesta lidiar con las emociones de ira y de tristeza.
Se va deteriorando su forma de vincularse con los demás,
junto a los desórdenes emocionales aparecen otros como
dolores en distintas partes del cuerpo, fatiga, insomnio,
irritabilidad, embotamiento, cefaleas y problemas digestivos.
El Síndrome del Superviviente no sólo se produce tras
una catástrofe, también sucede tras una o varias
muertes de allegados, conocidos o seres queridos.
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