No hay amor más sincero que el amor a la comida
George Bernard Shaw
HISTORIA
En la sociedad primitiva no existían las balanzas.
Las mujeres del Paleolítico se canjeaban a dame dos y te doy
el bisonte, te cambio esa flaca por una punta de sílex o te dejo una
antorcha encendida y me llevo a las tres gordas.
Antes de que se inventara la anorexia, los kilos cotizaban en el
mercado y a nadie se le ocurría protestar porque las hembras
estaban rellenitas.
Durante siglos las mujeres vivimos felices en nuestro paraíso
hipercalórico hasta un aciago día allá por el 4500 a.C. cuando a los
egipcios, hartos de embotellamientos en los pasillos de las
pirámides, se les ocurrió inventar el perfil.
No pudo ser en peor momento: justo en esa década
Hatshepsut, la faraona esposa de Tutmés II, estaba posando
para el hall de entrada del Templo de Luxor
Dicen que cuando se vió retratada en el mural con su pancita
prominente, mandó a decapitar al escultor y exigió a los magos
del palacio que inventaran "una balanza" o algo por el estilo.
Y aquí es donde la historia establece un antes y un despues:
con la llegada de este artilugio las mujeres nos pesamos y vimos
por primera vez nuestros rollos y papadas. Avergonzadas por
el sobrepeso, en vano intentamos cubrir nuestras grasas
con talles especiales. Expulsadas del Edén, fuimos condenadas
a combatir el colesterol y a controlar la gordura por toda
la eternidad.
Sin embargo y a pesar del invento de la báscula y durante un
par largo de milenios las mujeres pastoreamos bastante
bien la cuestión del sobrepeso. No era tan complicado:
envueltas en tantas telas que adiviname el cuerpo si sos brujo
cada vez que el platillo de la balanza se inclinaba como en la
peor de las injusticias poníamos cara de "qué barbaridad"
y argumentábamos que "estas sandalias vienen cada
vez más pesadas" 11
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11 Algunas mujeres llegaron a pesarse con los ojos vendados. Esta conducta
doméstica y banal tendría una derivación insospechada en el siglo I a de C. cuando
Agripina -mamá de Nerón, hermana y amante de Calígula- se quejó de lo que marcaba
la balanza y dijo "Ufa ! no es justo ". El famoso historiador Heródoto que en ese
momento pasaba por allí, interpretó erróneamente la situación. Desde entonces,
la mujer con los ojos vendados es el símbolo de la Justicia.
No nos iba tan mal a las gorditas hasta que Arquímedes,
(287-212 a.C) nos dejó sin túnicas ni coartadas.
Todo comenzó cuando el matemático y físico más ilustre de
la antiguedad andaba por ahí buscando un punto de apoyo para
mover el mundo y no lo encontraba.
Frustrado de su megaproyecto, se propuso conquistar a la
bella Clepsidra, una empresa que aunque más modesta también
tenía un desafío porque, según testimonios que nos han llegado
del físico, la muchacha era "algo del otro mundo".
Arquímedes que tenía una fijación con el tema del agua
-ya había publicado el best seller Del equilibrio de los cuerpos
en los fluídos- jugó todas sus cartas de seducción y en la
primera cita le propuso a Clepsidra ir a un baño público.
En realidad se apuró a aclararle que se trataba de un spa de
lo más lujoso donde harían un par de libaciones a Baco
y comerían tres o cuatro racimos de uvas.
"No va a pasar nada que no quieras que pase", le aseguró.
Aquel día, jugueteó va y retozo viene, Arquímedes no pudo
aguantar mas y llevado por la pasión le dijo
" Vení a la bañadera que te mido el peso específico, te mido"
No era un tono demasiado científico, pero a esta altura
Clepsidra estaba de lo más mandada y se sumergió con
entusiasmo en lo que, supuso, sería un nuevo juego erótico
del travieso inventor.
Sin embargo, el matemático se arrodilló al costado de la tina
y se puso a juntar con cucharita el agua derramada por la
doncella. Dos horas después, cuando selló el último bidón
habría anunciado ante su amante aterida y perpleja el
famoso principio según el cual "todo cuerpo sumergido en
un fluído desplaza una parte de su peso igual a la del
volumen que desaloja"
No obstante, investigaciones historiográficas recientes han
llegado a la conclusión de que este principio, tal
como ha trascendido, es el resultado de la exégesis tardía
de sus dichos. Que lo que en realidad pasó ese día fue que
una empleada del spa se acercó a alcanzarle toallas y el
científico le comentó:
"Mirá, Eureka, como desbordó la gorda".
Arquímedes murió asesinado en el 212 antes de Cristo.
de LILIANA ESCLIAR autora de LA MAQUINA DE SUFRIR,
Editorial Sudamericana Buenos Aires, Argentina
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