Es una de las crisis vitales más comunes durante la cuarta y quinta década
de
la vida, aunque la edad de inicio puede variar y se produce cuando
los hijos
paulatina o repentinamente se van alejando de nuestra casa en búsqueda de un trabajo, otra vivienda o el proyecto de una nueva familia.
Afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque a éstas últimas mucho mas,
ya que en la mayoría de los casos son las encargadas de la crianza y el cuidado.
La cosa es que la rutina de la casa empieza a cambiar, estos cambios que
experimenta la familia, suelen desencadenar sentimientos encontrados que
en algunos casos se enlazan con la alegría de ver que nuestros hijos
han encontrado finalmente su camino, pero paralelamente la sensación
subjetiva es de vacío y de tomar conciencia del tiempo que no se detiene.
Sobre todo cuando la madre postergó sus propias metas personales en post del
cuidado de la familia.
Las emociones que acompañan a esta crisis vital -crisis
entendida como cambio- son de tristeza, ira, miedo sobre todo cuando
se ligan
La cuestión es ver cómo darle continuidad y la mejor salida posible
a esta
situación vital. En algunos casos lo aconsejable es siempre aceptar y no culparse
de sentir
esta emoción, las emociones no son correctas o incorrectas,
simplemente
Podemos en algunos casos restablecer mejores vínculos con nuestra pareja o
retomar actividades que dejamos inconclusas, también podemos iniciar
proyectos nuevos, valorando que el tiempo libre puede ser una gran
posibilidad de crecimiento.
De hecho que hoy en día la expectativa de vida va en aumento y por lo tanto en
esta etapa lo mejor es pensar en cómo mejorar la calidad de vida en todo sentido,
tanto a nivel físico como psicológico.
Si el malestar persiste y no podemos vislumbrar una salida, lo aconsejable
es recurrir a un Terapeuta, que nos ayude a transitar esta etapa.
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