Henos aquí, ante ti, glorioso Apóstol San Judas, para ofrecerte
el homenaje de nuestra devoción y de nuestro amor.
Tú haces sentir amorosamente a los que te invocamos tu poderosa
ayuda y patrocinio y que no es vana la fe puesta en la bondad de
tu corazón. Por esto, te ofrecemos el homenaje de nuestra devoción,
memoria de los favores ya recibidos y llenos de gratitud por
la asistencia concedida.
Pero, al mismo tiempo, nos sentimos movidos a suplicarte que
no cese nunca tu ayuda y protección. Tú, que además de por un
singular amor, estuviste unido con lazos de parentesco al Divino
Redentor Jesús, fuente de todo bien, obtennos las gracias que
necesitamos para llevar una vida santa y consíguenos también las
bendiciones que son signo de la divina complacencia.
Que Dios bendiga, por tu intercesión, querido Apóstol, a los fieles que
te honran y promueven tu culto, a todos aquellos que movidos por
tu ejemplo trabajan para la gloria y el bien de las almas; que
cuantos
te invocan –entre los que me incluyo- sientan en el
corazón que son escuchados: y la gracia divina descienda
subsanando las debilidades
de todos, de modo que amando
y sirviendo a la divina bondad nos sea concedida la corona
y la alegría de los siervos fieles.
Así sea. Padrenuestro, Ave María, Gloria…
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