Cierto que tenemos una boca para hablar pero dos oídos para escuchar,
con lo cual no se trata de hablar por hablar, sino de expresar lo
que sentimos, deseamos, odiamos o imaginamos.
Muchas veces por temor callamos demasiado, limitamos
el derecho a decir aquello que de todas maneras se dirá
si no es con palabras con un síntoma generalmente
un dolor de garganta, una sensación de opresión
en el pecho y hasta a veces con algunas lágrimas.
Si es así y de acuerdo a la circunstancia que sea
hay que preguntarse si vale la pena el silencio.
Porque cuando el silencio duele en algún lado es indicio
de que hay en la emoción muchas palabras por decir.
Y en este punto las mujeres más que los hombres
guardamos memorias ancestrales de dolor, de
intolerancia y de censura.
No fue hasta hace mucho (aunque en algunas culturas
persiste) que hasta la expresión de máximo placer
o de dolor puede ser condenado si viene de boca
de una mujer.
También por la misma razón se creyó y se sigue creyendo que
ya el hecho de nacer mujer conlleva un grado de sometimiento
y de obediencia a un mundo que sigue lamentablemente
siendo dominado en su mayoría por hombres.
Hombres que seguimos honrando tal vez como héroes
inmortalizados en la historia o en el arte sobre los cuales
poco o nada sabemos en realidad.
Pero por cada uno de estos hombres que han trascendido
cuántas mujeres han ahogado sus gritos.
Hasta no hace mucho se decía "La mujer no tiene ni voz
ni voto", frente a lo cual vuelvo a decir a aquella lectora
ocasional.....
No calles tu dolor, ni tu bronca, ni
creas que tus palabras no tienen valor, decí
aquello que tengas que decir como puedas, cuando
puedas, eligiendo con inteligencia y mesura las
palabras y si por la circunstancia que sea esto
no es posible, escribilas, expresalas en un texto,
plasmalas en un lienzo o cantalas al viento.
Pero no las guardes en esos dolores
en esos síntomas que te recuerdan
que a veces el silencio no es salud.